Reseñas

González: Viaje a pie

Normalmente leer literatura filosófica resulta una tarea que requiere de preparación, concentración y relectura para poder recibir acertadamente el conocimiento que el autor de la obra trata de transmitir o, simplemente, exponer en sus letras. Este no es el caso de Fernando González Ochoa; su libro “Viaje a pie” ofrece a su público una lectura amena, íntima, cercana, fluida, que puede recorrerse con gozo aunque se aborden y cuestionen disernimientos filosóficos. Como. tal vez, debería ser la filosofía si quisiera masificarse su estudio.

El filósofo colombiano narra su recorrido desde la ciudad de Medellín hasta Cali, que realiza en compañía de otro filósofo (aficionado, como se autodenomina González al inicio de la obra) primero a pie, hasta Manizales, y desde allí en tren hasta Cali. Durante esta travesía González se interroga sobre multitud de eventos y ocurrencias fundadas en las gentes y acontecimientos con los que se encuentra a su paso. El sentido de la vida, la oportunidad del amor y la sensualidad, la relación con el dios jesuita y sus evangelizadores en la tierra, el deber ser, personalidad y costumbres de los moradores de las distintas regiones de Colombia, la trascendencia de la historia universal y nacional, son algunos de los temas que atraviesan la mente del autor y de su acompañante y cuyas más relevantes discusiones y conclusiones son plasmadas en las páginas de “Viaje a pie” (con seguridad muchas escaparon a quedar grabadas en el papel bajo la orden del carboncillo).

Es, en definitiva, una enriquecida mezcla entre la crónica y la filosofía, con la que el lector puede sentirse identificado no solo históricamente, sino también geográficamente, al tiempo que ve sacudido su pensamiento en torno a situaciones tal vez analizadas de forma aun primigenia, olvidadas o tan siquiera advertidas. Podría interpretarse la lectura de esta pieza como un aprendizaje filosófico a campo abierto en las montañas y valles de Colombia, de la mano de uno de sus más ilustres filósofos.

Un dato interesante sobre esta obra y que cuesta trabajo dejarla pasar, es que en su momento (1930) fue prohibida su lectura por el arzobispo de Medellín y el obispo de Manizales, bajo la gravedad de pecado mortal. Estos dos representantes de la Iglesia Católica consideraron que el contenido de este libro atacaba los fundamentos de la religión, era sacrílego, sensualista y ridiculizaba los símbolos santos. Posiblemente, todo esto era cierto, lo cual le da un gran peso a la obra en el sentido en que no era simplemente un escrito más del mercado contemporáneo de aquel entonces. De cualquier forma, es esta una lectura bastante vigente y pertinente para que el lector pueda acercarse al pensamiento filosófico de Fernando González Ochoa y conocer brevemente un poco de la Colombia de inicios del siglo XX.