Reseñas

Rincón y Ramos: la depresión (no) existe

La depresión es una enfermedad mental (sí, una enfermedad, no un simple estado de ánimo) que ha ganado una importante visibilidad en los tiempos modernos por distintos motivos: densidad y volumen de información que recibimos, reducción del tamaño de las unidades familiares, protagonismo de los medios de comunicación, inmediatez del afecto, condiciones hereditarias, globalización y crisis de identidad, etc, etc. Es un hecho, es real y está aquí. ¿Cómo afrontarla entonces? No lo sabemos, pero Juan Carlos Rincón y Cecilia Ramos nos entregaron un esbozo clave para saber cómo no afrontarla: su libro “La depresión (no) existe”.

El texto es un relato casi personal cuya columna vertebral está constituida por doce frases que cualquier persona, cercana o no, suele decirle a una persona que tiene depresión cuando ella comparte su condición, seguramente, buscando ayuda. Los autores aclaran que estas doce frases son prácticamente un ladrillo que la persona deprimida siente que le cae encima, pues, argumentan, en nada ayudan a mejorar la condición de la persona enferma y, en cambio, suelen contribuir a que se hunda más en la dolencia que la aqueja. Sin embargo, también hay que aclarar que no es culpa de la persona que las dice, pues, en su desconocimiento, ella sólo cree que le está ayudando a quien busca alivio o concejo. Algunas de ellas son, por ejemplo, “No estés triste”, “¿por qué estás así si lo tienes todo en la vida?”, “Hay gente mucho peor de lo que tú estás” o “La vida es bella: aprende a disfrutar de los placeres del día a día”, entre otras.

Hay que recordar que la depresión es una enfermedad con causas químicas originadas en las glándulas y el cerebro del ser humano (así como en causas psicológicas que fungen un papel de carburante para llevar a oscuros parajes a la persona una vez se produce un desequilibrio en su química cerebral). En este sentido, por más que se quisiera que fuera así, las frases que se le digan a una persona deprimida poco o nada influirán en su condición y, por el contrario, si la actitud que se toma frente a dicha persona es recriminarle su condición, el resultado va a ser justamente el opuesto al que se quisiera obtener: se reforzará la miseria en la que se siente sumida la persona a la que se quiere ayudar. Los autores saben esta condición clínica y por ello, a lo largo de las explicaciones sobre lo erradas que son cada una de estas doce frases, realizan analogías entre esta enfermedad mental y alguna enfermedad física, que le permite al lector comprender mejor la situación infernal que pueden llegar a vivir los pacientes de depresión.

Este texto, de corte explicativo, aclaratorio e íntimo, es acompañado tanto de referencias bibliográficas y académicas que dan peso a los argumentos propuestos, como de un despliegue gráfico que no sólo hace más amena su lectura, sino que refuerza los conceptos y mensajes clave, a la vez que le imprime personalidad visual al libro. Ya sobre las líneas finales, si bien es incierta la forma como se puede dar la mano a un paciente de depresión (desde una perspectiva de amigos/as o familiares), los autores dan algunos concejos sobre qué se puede hacer para al menos no hacer sentir peor a aquella persona deprimida que busca nuestra voz o, a veces, sólo nuestra presencia, y en cambio hacerle sentir que tiene un lugar, un cuerpo, un ser, en el cual apoyarse, una persona a quien le importa, que no la estigmatiza, que la escucha. Este libro, en suma, es una pequeña ventana para que los y las lectoras podamos ver y acercarnos un poco más a esta subestimada aflicción y, ¿por qué no?, desde y a través de esta ventana tender la mano a quien la necesite.